El Santísimo Cristo de la Salud es un crucificado de tamaño natural de 1,79 metros de longitud, realizado en madera de pino policromada al óleo, según han identificado los técnicos del Instituto Andaluz del Patrimonio Histórico tras la restauración efectuada entre septiembre de 2001 y marzo de 2002. La metodología de la intervención consistió en una primera fase de estudios analíticos e histórico-artísticos, para la posterior elaboración de la propuesta de intervención y la realización del tratamiento de conservación y restauración.
Con respecto a su morfología el Santísimo Cristo de la Salud se presenta como un Crucificado muerto clavado a una cruz arbórea mediante tres clavos. Los brazos forman un pequeño ángulo con respecto a la cruz y tiene la pierna derecha más flexionada que la izquierda para permitir el cruce de los pies. La imagen está tallada con un cuidadoso estudio anatómico que se pone de manifiesto en la representación de los síntomas de la defunción provocados por la Crucifixión. Está representado en el instante inmediatamente posterior a la muerte sin alcanzar todavía la rigidez cadavérica. El sudario está situado a la altura de las caderas de la imagen, tallado con gran ahondamiento de la gubia. Se encuentra sujeto por una soga y en su costado derecho forma un nudo con ayuda del cordaje, dejando al descubierto la parte superior del muslo y la cadera. Por la zona posterior el tejido se ciñe al cuerpo insinuando la forma de los glúteos mediante los pliegues. La policromía de la imagen está ejecutada con perfección y sutileza representando con gran riqueza de tonalidades los vasos sanguíneos y las marcas de la flagelación por el torso y las piernas, se reproduce la sangre a base de finos regueros que terminan en pequeñas gotas.
Con respecto al análisis estilístico de la obra se observan una serie de características propias de las imágenes de estética manierista como son el acusado alargamiento del torso, la ausencia de dramatismo y la serenidad en el tratamiento de la muerte que se aprecia sobre todo en el rostro, cuyas facciones no reflejan en absoluto el dolor pero sí tristeza. Sin embargo la disposición del sudario y el cabello rompe la rigidez compositiva introduciendo cierto dinamismo. Por todo ello aunque la adquisición de la imagen por la Hermandad se hizo en el último tercio del siglo XVIII, la realización de la misma debió efectuarse en el primer tercio del siglo XVII.
La Hermandad adquirió la imagen en Sevilla, pagando a José Caro 1.200 reales. El 22 de noviembre de 1773 el maestro carpintero Bartolomé González Daza, vecino de Olivares y hermano de la Hermandad, se comprometía ante los hermanos de la Santa Vera Cruz, a ponerse en contacto con un escultor sevillano para que tallase una nueva efigie para la Hermandad, siendo autorizado a reunir el dinero necesario pidiendo limosna. El 1 de enero de 1775 hacía entrega a José Caro de 175 reales, completando así la cantidad arriba indicada. Existen referencias documentales sobre un maestro pintor y dorador, pero no escultor, llamado José Caro que trabajó en Sevilla durante estos años.